También fue admitido en la Tercera Orden del Carmen y se consagró como esclavo de amor a la Santísima Virgen según el método de San Luis María Grignion de Montfort. En 1958, fue llamado a prestar servicio militar en la recién creada Séptima Compañía de Guardias, del Batallón de Infantería No. 25 en São Paulo. Allí se destacó por su disciplina, voz de mando y habilidad militar, lo que le valió la Medalla Mariscal Hermes da Fonseca, “Plaza más Distintiva”, entre los 208 reclutas incorporados ese año. Además, fue galardonado con el diploma de “Mención de Honor”, “por exhibir un buen comportamiento durante su estadía en las filas del Ejército, trabajando en nombre de la Unidad y consiguiendo con sus esfuerzos el alto concepto de que goza esta Séptima Compañía de Guardias”. Consciente de la eficacia de la música como medio de evangelización, Monseñor João perfeccionó sus conocimientos con el reconocido maestro Miguel Arqueróns, director de la Coral Paulistana del Teatro Municipal de São Paulo.
A unos los arrebató de las garras del demonio, a otros los animó en la búsqueda de la perfección… Inauguró nuevos métodos de apostolado a través de programaciones en colegios e incluso de abordajes en calles y lugares públicos. Abrió numerosas casas de formación en varios países, en las cuales la vida de oración, estudio y ceremonial religioso se alían al apostolado misionero, siempre con una nota muy destacada de disciplina y combatividad, heredada de su período de servicio militar. Después de empaparse del don de sabiduría tan característico de la espiritualidad del Dr. Plinio, Mons. João se convirtió en un discípulo perfecto, capaz de llevar adelante la obra iniciada por su maestro, modelo, regente y guía. Sus cualidades naturales y sobrenaturales, su excelente actuación, audacia y fidelidad llevaron al Dr. Plinio a considerarlo como un “archi-hijo”, llegando, en diversas circunstancias, a calificarlo como de “bastón de mi vejez”, “auxiliar de oro”, “instrumento bendecido” e incluso “alter ego” – otro yo. En una ocasión, el Dr. Plinio escribió: “Manda la justicia que yo diga: nadie me ha dado tantas y tan grandes alegrías como Ud.”. Con la muerte del Dr. Plinio el 3 de octubre de 1995, Mons. João enfrentó la ausencia física de esa figura fundamental de su vida.
Entre ellos se incluyen al P. Victorino Rodríguez y Rodríguez OP, el P. Antonio Royo Marín OP, el P. Fernando Castaño OP, el P. Esteban Gómez OP, el P. Arturo Alonso Lobo OP, el P. Raimondo Spiazzi OP y el P. Armando Bandera OP. Además de cursar derecho en la tradicional Facultad del Largo de San Francisco en São Paulo, también se licenció en Humanidades en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, de Santo Domingo, República Dominicana; obtuvo una maestría en psicología de la Universidad Católica de Colombia; se doctoró en Derecho Canónico por la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino (Angelicum), de Roma, así como en Teología por la Pontificia Universidad Bolivariana de Medellín, Colombia. Mons. João también es miembro de la Sociedad Internacional Santo Tomás de Aquino (SITA), de la Academia Marial de Aparecida y fue miembro de la Pontificia Academia de la Inmaculada. Fue galardonado en varios países por su actividad cultural y científica, recibiendo la Medalla de Ciencias de México y la Medalla Anchieta, considerada la más alta honra de la ciudad de São Paulo. Además de abrir numerosas escuelas secundarias en varias ciudades de Brasil y en Portugal, Canadá, Colombia, Paraguay, Costa Rica, El Salvador, Guatemala y Mozambique, Mons. João también fundó el Instituto Filosófico Aristotélico-Tomista (IFAT) y el Instituto Teológico Santo Tomás de Aquino (ITTA), así como el Instituto Filosófico-Teológico Santa Escolástica (IFTE), para la rama femenina.
Al entrar en la Capilla de Nuestra Señora de los Dolores, perteneciente a los Padres Agustinos, en el barrio de Ipiranga, se encontró por vez primera con el Santísimo Sacramento expuesto, justo en el instante en el que el Sacerdote se preparaba para dar la bendición. Inexplicablemente atraído hacia esa Hostia blanca, sobre cuyo misterio aún no se había instruido, así como por ese ambiente de santidad y recogimiento, ¡pronto concluyó estar en la presencia de Dios! La sensación de extraordinarias grandeza y majestad, pero al mismo tiempo el efecto de la infinita bondad de Jesús, constituyó para él una invitación a ser bueno y el punto de partida de una devoción eucarística que, a lo largo de los años, solo crecería y se sublimaría. Durante sus estudios, cursados sucesivamente en el Grupo Escolar José Bonifácio, en el Gimnasio Centro Independência y en el Colegio Estatal Presidente Roosevelt, Mons. João siempre se distinguió como el primer alumno de la clase, demostrando una aptitud especial para las matemáticas y las artes. Sin embargo, fueron las clases de Catecismo y las narrativas de la Historia Sagrada las que constituían su encanto y lo colmaron de fe. La Confirmación, realizada el 26 de enero de 1948, así como la Primera Comunión, el 31 de octubre del mismo año, dilataron aún más esa verdadera pasión que siempre tuvo por todo cuanto se refería a la vida sobrenatural y a la religión.
Él de su lado, desempeñó junto a ella un auténtico papel de hijo, durante los últimos años de su existencia, antes de su fallecimiento en 1968.
Bajo las bendiciones de la Cátedra de Pedro, la asociación pronto se expandió a 78 naciones y englobó una realidad amplia y brillante, compuesta principalmente por jóvenes. Misiones marianas en parroquias, Apostolado del Oratorio María Reina de los Corazones, visitas a familias, cárceles y hospitales, servicios de correo-directo para millones de personas, Proyecto Futuro y Vida en las Escuelas, TV-Heraldos y la agencia de noticias Gaudium Press y el Fondo de Ayuda Misericordia, son algunas de las actividades desarrolladas por los Heraldos en los más variados campos de la sociedad. Gracias al apostolado realizado por Mons. João también floreció un numeroso grupo de mujeres jóvenes deseosas de entregarse a Dios según el carisma de los Heraldos del Evangelio. Recibieron ellas su estructura definitiva el 25 de diciembre de 2005, con la fundación de la Sociedad de Vida Apostólica Regina Virginum, aprobada unos años más tarde, el 26 de abril de 2009, por el Papa Benedicto XVI. Tanto los jóvenes como las muchachas, viviendo en comunidades separadas, abrazan una vida de intensa espiritualidad, que incluye la participación diaria en la Eucaristía, la adoración del Santísimo Sacramento y la recitación del Rosario y la Liturgia de las Horas. Además de la práctica de los consejos evangélicos, obediencia, castidad y pobreza, observan un “Ordo de Costumbres”, cuidadosamente elaborado por Mons. João, que puede sintetizarse en la frase de Nuestro Señor Jesucristo: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48). Bajo la guía y el aliento de Mons. João surgieron los cooperadores de los Heraldos del Evangelio, abnegados voluntarios que dedican su tiempo disponible, en medio de sus obligaciones familiares o profesionales, a la evangelización según el carisma de la institución. Llevan una característica capa blanca con cruz roja. La gran familia de los Heraldos del Evangelio cuenta actualmente con aproximadamente 10 millones de miembros en los cinco continentes.
Una inquietud misteriosa lo invitaba para más y más, arrebatándolo en su interior. Junto al Santísimo Sacramento del Altar -por el cual, desde los primeros días, se había grabado un ardor especial en su corazón infantil- su ser no solo entraba en calma, sino que siempre se sentía de un modo angelizado y dispuesto a todos los holocaustos. ¿Cómo acercarnos aún más a Él, ser uno con Él, ser otro Él mismo, conociéndolo y amándolo más fervientemente, y así servir a la Santa Iglesia y a la sociedad con perfección? Buscando el auxilio de la gracia, manteniendo siempre el celibato y la castidad prometidos a Dios décadas atrás, surgió, irresistible y claro como un sol, el deseo entrañado de caminar por las vías sacerdotales, culminando así en cuanto a la forma, su travesía de donación total a Dios y a la causa de la Santa Iglesia. Por eso, el 15 de junio de 2005, con otros 14 miembros de los Heraldos del Evangelio, Mons. João fue ordenado sacerdote en la Basílica de Nuestra Señora del Carmen en São Paulo. Para dar cuerpo a ese ramo sacerdotal de su obra, fundó la Sociedad Clerical de Vida Apostólica Virgo Flos Carmeli. Aprobada por Su Santidad Benedicto XVI el 21 de abril de 2009, ella ahora cuenta con 161 clérigos y más de 300 seminaristas.
En su corazón infantil anhelaba reverter de alguna manera la hermosa armonía sideral contemplada en la infancia hacia la vida social de sus compañeros, añadiendo una nota religiosa. Era el soplo del Espíritu Santo, que lo impulsaba al servicio de los demás dentro de los muros sagrados de la Santa Iglesia. Bajo la influencia de estas gracias, al despuntar la juventud, ese empeño por apoyar a sus coetáneos pronto se hizo más explícito: de ahí su propensión a la medicina, la psicología y las artes, así como su sueño de fundar una asociación de jóvenes para evitar que se perdiesen, relacionarlos con Dios y apoyarlos en los caminos de la perfección. Le angustiaba ver cuántas personas se dejaban esclavizar por el egoísmo y actuaban solo por sus propios intereses. Sin embargo, una certeza, proveniente de la fe, le decía: “¡Debe haber un hombre completamente bueno y desinteresado en el mundo! Él está en mi camino y algún día lo encontraré. Entonces, por la noche, se arrodillaba a los pies de la cama y, llorando, rezaba fervientemente treinta Avemarías pidiendo conocer lo antes posible a este hombre, cuya silueta, por singular favor del cielo, ya vislumbraba, aunque no con toda nitidez.