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“Él es como un árbol plantado al borde de las aguas” (Sl 1, 3): los Heraldos del Evangelio en poco tiempo “esparcieron sus ramos” por más de 70 países, produciendo abundantes frutos. Ante esta prodigiosa expansión, muchos se preguntan:

¿Cuál es el secreto de este crecimiento tan rápido? ¿Qué está por detrás de los Heraldos? Todo se torna más claro cuando nos reportamos a los orígenes. Así fue que todo comenzó:

Parte I

Infancia

El 15 de agosto de 1939, solemnidad de la Asunción de la Virgen al Cielo, nacía en São Paulo, Brasil, João Scognamiglio Clá Dias.

Hijo de Antonio Clá Díaz, español, y Annitta Scognamiglio Clá Díaz, italiana, recibió el Bautismo el 15 de junio del año siguiente en la Iglesia de San José de Ipiranga, cerca de su residencia. Desde la primera infancia, la Providencia le otorgó el don de la contemplación, así como la facilidad de percibir, a través de todas las criaturas, la acción de Dios. Entonces, durante ciertas noches de insomnio, solía sentarse en el alféizar de su habitación para admirar las estrellas durante mucho tiempo. Esa maravillosa y lenta procesión de centelleos, vista por su imaginación infantil como siendo el movimiento de los propios astros, le causaba una profunda impresión.

Parte III

Adolescencia

En el inicio de la adolescencia, entrando en choque con la decadencia moral y la vulgaridad ya reinantes en la sociedad de aquella época, lamentó que no hubiese quien las combatiese con el debido vigor.

En su corazón infantil anhelaba reverter de alguna manera la hermosa armonía sideral contemplada en la infancia hacia la vida social de sus compañeros, añadiendo una nota religiosa. Era el soplo del Espíritu Santo, que lo impulsaba al servicio de los demás dentro de los muros sagrados de la Santa Iglesia. Bajo la influencia de estas gracias, al despuntar la juventud, ese empeño por apoyar a sus coetáneos pronto se hizo más explícito: de ahí su propensión a la medicina, la psicología y las artes, así como su sueño de fundar una asociación de jóvenes para evitar que se perdiesen, relacionarlos con Dios y apoyarlos en los caminos de la perfección. Le angustiaba ver cuántas personas se dejaban esclavizar por el egoísmo y actuaban solo por sus propios intereses. Sin embargo, una certeza, proveniente de la fe, le decía: “¡Debe haber un hombre completamente bueno y desinteresado en el mundo! Él está en mi camino y algún día lo encontraré. Entonces, por la noche, se arrodillaba a los pies de la cama y, llorando, rezaba fervientemente treinta Avemarías pidiendo conocer lo antes posible a este hombre, cuya silueta, por singular favor del cielo, ya vislumbraba, aunque no con toda nitidez.

Parte V

Congregación Mariana

Entre los años 1957 a 1960, como primicias de los hechos apostólicos que desarrollaría posteriormente, Mons. João ingresó en las congregaciones marianas.

También fue admitido en la Tercera Orden del Carmen y se consagró como esclavo de amor a la Santísima Virgen según el método de San Luis María Grignion de Montfort. En 1958, fue llamado a prestar servicio militar en la recién creada Séptima Compañía de Guardias, del Batallón de Infantería No. 25 en São Paulo. Allí se destacó por su disciplina, voz de mando y habilidad militar, lo que le valió la Medalla Mariscal Hermes da Fonseca, “Plaza más Distintiva”, entre los 208 reclutas incorporados ese año. Además, fue galardonado con el diploma de “Mención de Honor”, “por exhibir un buen comportamiento durante su estadía en las filas del Ejército, trabajando en nombre de la Unidad y consiguiendo con sus esfuerzos el alto concepto de que goza esta Séptima Compañía de Guardias”. Consciente de la eficacia de la música como medio de evangelización, Monseñor João perfeccionó sus conocimientos con el reconocido maestro Miguel Arqueróns, director de la Coral Paulistana del Teatro Municipal de São Paulo.

Parte VII

Más próximo del Dr. Plinio

A partir de 1975, la figura de Mons. João adquirió mayor irradiación al lado del Dr. Plinio: se convirtió en el orientador de millares de jóvenes de varias naciones, ayudándolos y fortaleciéndolos en la fe.

A unos los arrebató de las garras del demonio, a otros los animó en la búsqueda de la perfección… Inauguró nuevos métodos de apostolado a través de programaciones en colegios e incluso de abordajes en calles y lugares públicos. Abrió numerosas casas de formación en varios países, en las cuales la vida de oración, estudio y ceremonial religioso se alían al apostolado misionero, siempre con una nota muy destacada de disciplina y combatividad, heredada de su período de servicio militar. Después de empaparse del don de sabiduría tan característico de la espiritualidad del Dr. Plinio, Mons. João se convirtió en un discípulo perfecto, capaz de llevar adelante la obra iniciada por su maestro, modelo, regente y guía. Sus cualidades naturales y sobrenaturales, su excelente actuación, audacia y fidelidad llevaron al Dr. Plinio a considerarlo como un “archi-hijo”, llegando, en diversas circunstancias, a calificarlo como de “bastón de mi vejez”, “auxiliar de oro”, “instrumento bendecido” e incluso “alter ego” – otro yo. En una ocasión, el Dr. Plinio escribió: “Manda la justicia que yo diga: nadie me ha dado tantas y tan grandes alegrías como Ud.”. Con la muerte del Dr. Plinio el 3 de octubre de 1995, Mons. João enfrentó la ausencia física de esa figura fundamental de su vida.

Parte IX

Formación Intelectual

Teniendo en vista la formación intelectual, espiritual y doctrinaria de sus seguidores, Mons. João realizó estudios teológicos tomistas con grandes catedráticos de la Universidad de Salamanca y del Angelicum de Roma.

Entre ellos se incluyen al P. Victorino Rodríguez y Rodríguez OP, el P. Antonio Royo Marín OP, el P. Fernando Castaño OP, el P. Esteban Gómez OP, el P. Arturo Alonso Lobo OP, el P. Raimondo Spiazzi OP y el P. Armando Bandera OP. Además de cursar derecho en la tradicional Facultad del Largo de San Francisco en São Paulo, también se licenció en Humanidades en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, de Santo Domingo, República Dominicana; obtuvo una maestría en psicología de la Universidad Católica de Colombia; se doctoró en Derecho Canónico por la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino (Angelicum), de Roma, así como en Teología por la Pontificia Universidad Bolivariana de Medellín, Colombia. Mons. João también es miembro de la Sociedad Internacional Santo Tomás de Aquino (SITA), de la Academia Marial de Aparecida y fue miembro de la Pontificia Academia de la Inmaculada. Fue galardonado en varios países por su actividad cultural y científica, recibiendo la Medalla de Ciencias de México y la Medalla Anchieta, considerada la más alta honra de la ciudad de São Paulo. Además de abrir numerosas escuelas secundarias en varias ciudades de Brasil y en Portugal, Canadá, Colombia, Paraguay, Costa Rica, El Salvador, Guatemala y Mozambique, Mons. João también fundó el Instituto Filosófico Aristotélico-Tomista (IFAT) y el Instituto Teológico Santo Tomás de Aquino (ITTA), así como el Instituto Filosófico-Teológico Santa Escolástica (IFTE), para la rama femenina.

Parte II

Primera comunión

La devoción eucarística afloró en su alma muy temprano, alrededor de los cinco años de edad, cuando se dio un hecho que marcó su vida.

Al entrar en la Capilla de Nuestra Señora de los Dolores, perteneciente a los Padres Agustinos, en el barrio de Ipiranga, se encontró por vez primera con el Santísimo Sacramento expuesto, justo en el instante en el que el Sacerdote se preparaba para dar la bendición. Inexplicablemente atraído hacia esa Hostia blanca, sobre cuyo misterio aún no se había instruido, así como por ese ambiente de santidad y recogimiento, ¡pronto concluyó estar en la presencia de Dios! La sensación de extraordinarias grandeza y majestad, pero al mismo tiempo el efecto de la infinita bondad de Jesús, constituyó para él una invitación a ser bueno y el punto de partida de una devoción eucarística que, a lo largo de los años, solo crecería y se sublimaría. Durante sus estudios, cursados sucesivamente en el Grupo Escolar José Bonifácio, en el Gimnasio Centro Independência y en el Colegio Estatal Presidente Roosevelt, Mons. João siempre se distinguió como el primer alumno de la clase, demostrando una aptitud especial para las matemáticas y las artes. Sin embargo, fueron las clases de Catecismo y las narrativas de la Historia Sagrada las que constituían su encanto y lo colmaron de fe. La Confirmación, realizada el 26 de enero de 1948, así como la Primera Comunión, el 31 de octubre del mismo año, dilataron aún más esa verdadera pasión que siempre tuvo por todo cuanto se refería a la vida sobrenatural y a la religión.

Parte IV

Encuentro con el Dr. Plinio

Fue entonces que el 7 de julio de 1956, primer día de la novena a Nuestra Señora del Carmen, Mons. João conoció a Plinio Corrêa de Oliveira, el varón que iluminó sus caminos.

Fue con este encuentro, que Mons. João se sintió llamado a la plena integridad de hijo de la Santa Iglesia, para con ella, en ella y por ella, luchar por el buen orden de la sociedad. Lo que estaba buscando lo encontró, ¡y estaba feliz! Tenía entonces casi 17 años. Por su parte, el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, líder católico que marcó el siglo XX de punta a punta con el resplandor de su fe y su audaz militancia por los ideales de la Santa Iglesia, había concebido de niño la constitución de una Orden Religiosa de Caballería destinada a actuar junto a la opinión pública para reformarla. En 1928, al unirse al Movimiento Católico como congregado mariano, había reunido allí un núcleo de amigos, pero carecía de un ‘brazo derecho’ que, compartiendo sus pensamientos y deliberaciones, ejecutase plenamente sus designios. Años después, en una carta a Mons. João, escribió el Dr. Plinio, recordando las amarguras de ese período de aislamiento: “Recuerde esa súplica que se cantaba en la Congregación Mariana: ‘Da pacem, Domine, en diebus nostris, quia non est allius qui pugnat pro nobis nisi Tu, Deus noster’ – Dad la paz, Señor, a nuestros días, porque no hay nadie que pelee por nosotros sino Vos, nuestro Dios. ¡Cuántas y cuántas veces recé en ese sentido! Para que Nuestra Señora me diera paz en mis días, porque no había nadie que luchara por mí, excepto Deus noster, por lo tanto, Nuestra Señora. ¡Más tarde Ella me dio a João, un gran luchador por mí!”. El Dr. Plinio se convirtió en el formador de la mentalidad de Mons. João y, también, lo fortaleció en la perseverancia de las decisiones adoptadas por sus atractivas influencias. Fue por la lógica de sus maravillosas exposiciones, por la claridad de su pensamiento, así como por el agradable aroma de su inocencia, que Mons. João decidió abandonar todo y a todos para servir mejor a Dios bajo su guía y consejo. Junto a ese varón pasó cuarenta años de convivio con lo sobrenatural, con la nobleza del alma, la elevación del espíritu, el celo por la Iglesia y la sociedad, en total veneración por todas y cada una de las jerarquías; en especial, una casi una adoración por el papado.

Parte VI

Doña Lucilia

La bondadosísima madre del Dr. Plinio, Doña Lucilia Ribeiro dos Santos Corrêa de Oliveira, fue para Mons. João, según su propia expresión, “el ángel de la guarda” que lo ayudó a comprender más profundamente la infinita misericordia del Sagrado Corazón de Jesús.

Él de su lado, desempeñó junto a ella un auténtico papel de hijo, durante los últimos años de su existencia, antes de su fallecimiento en 1968.

Parte VIII

Fundación de los Heraldos

En 1999, decidió fundar la Asociación Internacional Privada de Fieles Heraldos del Evangelio, que recibió la aprobación del Papa San Juan Pablo II el día 22 de febrero de 2001.

Bajo las bendiciones de la Cátedra de Pedro, la asociación pronto se expandió a 78 naciones y englobó una realidad amplia y brillante, compuesta principalmente por jóvenes. Misiones marianas en parroquias, Apostolado del Oratorio María Reina de los Corazones, visitas a familias, cárceles y hospitales, servicios de correo-directo para millones de personas, Proyecto Futuro y Vida en las Escuelas, TV-Heraldos y la agencia de noticias Gaudium Press y el Fondo de Ayuda Misericordia, son algunas de las actividades desarrolladas por los Heraldos en los más variados campos de la sociedad. Gracias al apostolado realizado por Mons. João también floreció un numeroso grupo de mujeres jóvenes deseosas de entregarse a Dios según el carisma de los Heraldos del Evangelio. Recibieron ellas su estructura definitiva el 25 de diciembre de 2005, con la fundación de la Sociedad de Vida Apostólica Regina Virginum, aprobada unos años más tarde, el 26 de abril de 2009, por el Papa Benedicto XVI. Tanto los jóvenes como las muchachas, viviendo en comunidades separadas, abrazan una vida de intensa espiritualidad, que incluye la participación diaria en la Eucaristía, la adoración del Santísimo Sacramento y la recitación del Rosario y la Liturgia de las Horas. Además de la práctica de los consejos evangélicos, obediencia, castidad y pobreza, observan un “Ordo de Costumbres”, cuidadosamente elaborado por Mons. João, que puede sintetizarse en la frase de Nuestro Señor Jesucristo: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48). Bajo la guía y el aliento de Mons. João surgieron los cooperadores de los Heraldos del Evangelio, abnegados voluntarios ​​que dedican su tiempo disponible, en medio de sus obligaciones familiares o profesionales, a la evangelización según el carisma de la institución. Llevan una característica capa blanca con cruz roja. La gran familia de los Heraldos del Evangelio cuenta actualmente con aproximadamente 10 millones de miembros en los cinco continentes.

Parte X

Vocación Sacerdotal

“Quiero unirme más a Jesús, quiero ser su vehículo para absolver a cuantos encuentre en busca del perdón divino, quiero ser consumido como una hostia al servicio de Él en beneficio de mis hermanos y hermanas” (Carta, 25/4/2005).

Una inquietud misteriosa lo invitaba para más y más, arrebatándolo en su interior. Junto al Santísimo Sacramento del Altar -por el cual, desde los primeros días, se había grabado un ardor especial en su corazón infantil- su ser no solo entraba en calma, sino que siempre se sentía de un modo angelizado y dispuesto a todos los holocaustos. ¿Cómo acercarnos aún más a Él, ser uno con Él, ser otro Él mismo, conociéndolo y amándolo más fervientemente, y así servir a la Santa Iglesia y a la sociedad con perfección? Buscando el auxilio de la gracia, manteniendo siempre el celibato y la castidad prometidos a Dios décadas atrás, surgió, irresistible y claro como un sol, el deseo entrañado de caminar por las vías sacerdotales, culminando así en cuanto a la forma, su travesía de donación total a Dios y a la causa de la Santa Iglesia. Por eso, el 15 de junio de 2005, con otros 14 miembros de los Heraldos del Evangelio, Mons. João fue ordenado sacerdote en la Basílica de Nuestra Señora del Carmen en São Paulo. Para dar cuerpo a ese ramo sacerdotal de su obra, fundó la Sociedad Clerical de Vida Apostólica Virgo Flos Carmeli. Aprobada por Su Santidad Benedicto XVI el 21 de abril de 2009, ella ahora cuenta con 161 clérigos y más de 300 seminaristas.

Testimonios

De quienes lo conocen de cerca

articulo

Mons. João S. Clá Dias 82 años

Suma de la edades: su obra, su vida.

articulo

Mons. João S. Clá Dias 80 años

Suma de la edades: su obra, su vida.

Envíe su mensaje en honor a Mons. João S. Clá Dias

Su mensaje será enviado a Mons. João Clá Dias.
Dios le bendiga a ud. y a su familia.

Ayúdenos a formar nuevos sacerdotes, la Iglesia los necesita.

Envíe su mensaje en honor a Mons. João S. Clá Dias

Con el mismo propósito apostólico, fundó la revista "Heraldos del Evangelio", con una circulación de casi un millón de copias mensuales en cuatro idiomas, y la revista académica Lumen Veritatis. De los libros y artículos publicados por él en los cinco continentes, que suman más de 200, se destacan:

GALERÍA DE FOTOS

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© Copyrigth. Todos los derechos reservados

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“Él es como un árbol plantado al borde de las aguas” (Sl 1, 3): los Heraldos del Evangelio en poco tiempo “esparcieron sus ramos” por más de 70 países, produciendo abundantes frutos. Ante esta prodigiosa expansión, muchos se preguntan: ¿Cuál es el secreto de este crecimiento tan rápido? ¿Qué está por detrás de los Heraldos? Todo se torna más claro cuando nos reportamos a los orígenes. Así fue que todo comenzó:

Parte I

Infancia

El 15 de agosto de 1939, solemnidad de la Asunción de la Virgen al Cielo, nacía en São Paulo, Brasil, João Scognamiglio Clá Dias.

Hijo de Antonio Clá Díaz, español, y Annitta Scognamiglio Clá Díaz, italiana, recibió el Bautismo el 15 de junio del año siguiente en la Iglesia de San José de Ipiranga, cerca de su residencia. Desde la primera infancia, la Providencia le otorgó el don de la contemplación, así como la facilidad de percibir, a través de todas las criaturas, la acción de Dios. Entonces, durante ciertas noches de insomnio, solía sentarse en el alféizar de su habitación para admirar las estrellas durante mucho tiempo. Esa maravillosa y lenta procesión de centelleos, vista por su imaginación infantil como siendo el movimiento de los propios astros, le causaba una profunda impresión.

Parte II

Primera comunión

La devoción eucarística afloró en su alma muy temprano, alrededor de los cinco años de edad, cuando se dio un hecho que marcó su vida.

Al entrar en la Capilla de Nuestra Señora de los Dolores, perteneciente a los Padres Agustinos, en el barrio de Ipiranga, se encontró por vez primera con el Santísimo Sacramento expuesto, justo en el instante en el que el Sacerdote se preparaba para dar la bendición. Inexplicablemente atraído hacia esa Hostia blanca, sobre cuyo misterio aún no se había instruido, así como por ese ambiente de santidad y recogimiento, ¡pronto concluyó estar en la presencia de Dios! La sensación de extraordinarias grandeza y majestad, pero al mismo tiempo el efecto de la infinita bondad de Jesús, constituyó para él una invitación a ser bueno y el punto de partida de una devoción eucarística que, a lo largo de los años, solo crecería y se sublimaría. Durante sus estudios, cursados sucesivamente en el Grupo Escolar José Bonifácio, en el Gimnasio Centro Independência y en el Colegio Estatal Presidente Roosevelt, Mons. João siempre se distinguió como el primer alumno de la clase, demostrando una aptitud especial para las matemáticas y las artes. Sin embargo, fueron las clases de Catecismo y las narrativas de la Historia Sagrada las que constituían su encanto y lo colmaron de fe. La Confirmación, realizada el 26 de enero de 1948, así como la Primera Comunión, el 31 de octubre del mismo año, dilataron aún más esa verdadera pasión que siempre tuvo por todo cuanto se refería a la vida sobrenatural y a la religión.

Parte III

Adolescencia

En el inicio de la adolescencia, entrando en choque con la decadencia moral y la vulgaridad ya reinantes en la sociedad de aquella época, lamentó que no hubiese quien las combatiese con el debido vigor.

En su corazón infantil anhelaba reverter de alguna manera la hermosa armonía sideral contemplada en la infancia hacia la vida social de sus compañeros, añadiendo una nota religiosa. Era el soplo del Espíritu Santo, que lo impulsaba al servicio de los demás dentro de los muros sagrados de la Santa Iglesia. Bajo la influencia de estas gracias, al despuntar la juventud, ese empeño por apoyar a sus coetáneos pronto se hizo más explícito: de ahí su propensión a la medicina, la psicología y las artes, así como su sueño de fundar una asociación de jóvenes para evitar que se perdiesen, relacionarlos con Dios y apoyarlos en los caminos de la perfección. Le angustiaba ver cuántas personas se dejaban esclavizar por el egoísmo y actuaban solo por sus propios intereses. Sin embargo, una certeza, proveniente de la fe, le decía: “¡Debe haber un hombre completamente bueno y desinteresado en el mundo! Él está en mi camino y algún día lo encontraré. Entonces, por la noche, se arrodillaba a los pies de la cama y, llorando, rezaba fervientemente treinta Avemarías pidiendo conocer lo antes posible a este hombre, cuya silueta, por singular favor del cielo, ya vislumbraba, aunque no con toda nitidez.

Parte IV

Encuentro con el Dr. Plinio

Fue entonces que el 7 de julio de 1956, primer día de la novena a Nuestra Señora del Carmen, Mons. João conoció a Plinio Corrêa de Oliveira, el varón que iluminó sus caminos.

Fue con este encuentro, que Mons. João se sintió llamado a la plena integridad de hijo de la Santa Iglesia, para con ella, en ella y por ella, luchar por el buen orden de la sociedad. Lo que estaba buscando lo encontró, ¡y estaba feliz! Tenía entonces casi 17 años. Por su parte, el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, líder católico que marcó el siglo XX de punta a punta con el resplandor de su fe y su audaz militancia por los ideales de la Santa Iglesia, había concebido de niño la constitución de una Orden Religiosa de Caballería destinada a actuar junto a la opinión pública para reformarla. En 1928, al unirse al Movimiento Católico como congregado mariano, había reunido allí un núcleo de amigos, pero carecía de un ‘brazo derecho’ que, compartiendo sus pensamientos y deliberaciones, ejecutase plenamente sus designios. Años después, en una carta a Mons. João, escribió el Dr. Plinio, recordando las amarguras de ese período de aislamiento: “Recuerde esa súplica que se cantaba en la Congregación Mariana: ‘Da pacem, Domine, en diebus nostris, quia non est allius qui pugnat pro nobis nisi Tu, Deus noster’ – Dad la paz, Señor, a nuestros días, porque no hay nadie que pelee por nosotros sino Vos, nuestro Dios. ¡Cuántas y cuántas veces recé en ese sentido! Para que Nuestra Señora me diera paz en mis días, porque no había nadie que luchara por mí, excepto Deus noster, por lo tanto, Nuestra Señora. ¡Más tarde Ella me dio a João, un gran luchador por mí!”. El Dr. Plinio se convirtió en el formador de la mentalidad de Mons. João y, también, lo fortaleció en la perseverancia de las decisiones adoptadas por sus atractivas influencias. Fue por la lógica de sus maravillosas exposiciones, por la claridad de su pensamiento, así como por el agradable aroma de su inocencia, que Mons. João decidió abandonar todo y a todos para servir mejor a Dios bajo su guía y consejo. Junto a ese varón pasó cuarenta años de convivio con lo sobrenatural, con la nobleza del alma, la elevación del espíritu, el celo por la Iglesia y la sociedad, en total veneración por todas y cada una de las jerarquías; en especial, una casi una adoración por el papado.

Parte V

Congregación Mariana

Entre los años 1957 a 1960, como primicias de los hechos apostólicos que desarrollaría posteriormente, Mons. João ingresó en las congregaciones marianas.

También fue admitido en la Tercera Orden del Carmen y se consagró como esclavo de amor a la Santísima Virgen según el método de San Luis María Grignion de Montfort. En 1958, fue llamado a prestar servicio militar en la recién creada Séptima Compañía de Guardias, del Batallón de Infantería No. 25 en São Paulo. Allí se destacó por su disciplina, voz de mando y habilidad militar, lo que le valió la Medalla Mariscal Hermes da Fonseca, “Plaza más Distintiva”, entre los 208 reclutas incorporados ese año. Además, fue galardonado con el diploma de “Mención de Honor”, “por exhibir un buen comportamiento durante su estadía en las filas del Ejército, trabajando en nombre de la Unidad y consiguiendo con sus esfuerzos el alto concepto de que goza esta Séptima Compañía de Guardias”. Consciente de la eficacia de la música como medio de evangelización, Monseñor João perfeccionó sus conocimientos con el reconocido maestro Miguel Arqueróns, director de la Coral Paulistana del Teatro Municipal de São Paulo.

Parte VI

Doña Lucilia

La bondadosísima madre del Dr. Plinio, Doña Lucilia Ribeiro dos Santos Corrêa de Oliveira, fue para Mons. João, según su propia expresión, “el ángel de la guarda” que lo ayudó a comprender más profundamente la infinita misericordia del Sagrado Corazón de Jesús.

Él de su lado, desempeñó junto a ella un auténtico papel de hijo, durante los últimos años de su existencia, antes de su fallecimiento en 1968.

Parte VII

Más próximo del Dr. Plinio

A partir de 1975, la figura de Mons. João adquirió mayor irradiación al lado del Dr. Plinio: se convirtió en el orientador de millares de jóvenes de varias naciones, ayudándolos y fortaleciéndolos en la fe.

A unos los arrebató de las garras del demonio, a otros los animó en la búsqueda de la perfección… Inauguró nuevos métodos de apostolado a través de programaciones en colegios e incluso de abordajes en calles y lugares públicos. Abrió numerosas casas de formación en varios países, en las cuales la vida de oración, estudio y ceremonial religioso se alían al apostolado misionero, siempre con una nota muy destacada de disciplina y combatividad, heredada de su período de servicio militar. Después de empaparse del don de sabiduría tan característico de la espiritualidad del Dr. Plinio, Mons. João se convirtió en un discípulo perfecto, capaz de llevar adelante la obra iniciada por su maestro, modelo, regente y guía. Sus cualidades naturales y sobrenaturales, su excelente actuación, audacia y fidelidad llevaron al Dr. Plinio a considerarlo como un “archi-hijo”, llegando, en diversas circunstancias, a calificarlo como de “bastón de mi vejez”, “auxiliar de oro”, “instrumento bendecido” e incluso “alter ego” – otro yo. En una ocasión, el Dr. Plinio escribió: “Manda la justicia que yo diga: nadie me ha dado tantas y tan grandes alegrías como Ud.”. Con la muerte del Dr. Plinio el 3 de octubre de 1995, Mons. João enfrentó la ausencia física de esa figura fundamental de su vida.

Parte VIII

Fundación de los Heraldos

En 1999, decidió fundar la Asociación Internacional Privada de Fieles Heraldos del Evangelio, que recibió la aprobación del Papa San Juan Pablo II el día 22 de febrero de 2001.

Bajo las bendiciones de la Cátedra de Pedro, la asociación pronto se expandió a 78 naciones y englobó una realidad amplia y brillante, compuesta principalmente por jóvenes. Misiones marianas en parroquias, Apostolado del Oratorio María Reina de los Corazones, visitas a familias, cárceles y hospitales, servicios de correo-directo para millones de personas, Proyecto Futuro y Vida en las Escuelas, TV-Heraldos y la agencia de noticias Gaudium Press y el Fondo de Ayuda Misericordia, son algunas de las actividades desarrolladas por los Heraldos en los más variados campos de la sociedad. Gracias al apostolado realizado por Mons. João también floreció un numeroso grupo de mujeres jóvenes deseosas de entregarse a Dios según el carisma de los Heraldos del Evangelio. Recibieron ellas su estructura definitiva el 25 de diciembre de 2005, con la fundación de la Sociedad de Vida Apostólica Regina Virginum, aprobada unos años más tarde, el 26 de abril de 2009, por el Papa Benedicto XVI. Tanto los jóvenes como las muchachas, viviendo en comunidades separadas, abrazan una vida de intensa espiritualidad, que incluye la participación diaria en la Eucaristía, la adoración del Santísimo Sacramento y la recitación del Rosario y la Liturgia de las Horas. Además de la práctica de los consejos evangélicos, obediencia, castidad y pobreza, observan un “Ordo de Costumbres”, cuidadosamente elaborado por Mons. João, que puede sintetizarse en la frase de Nuestro Señor Jesucristo: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48). Bajo la guía y el aliento de Mons. João surgieron los cooperadores de los Heraldos del Evangelio, abnegados voluntarios ​​que dedican su tiempo disponible, en medio de sus obligaciones familiares o profesionales, a la evangelización según el carisma de la institución. Llevan una característica capa blanca con cruz roja. La gran familia de los Heraldos del Evangelio cuenta actualmente con aproximadamente 10 millones de miembros en los cinco continentes.

Parte IX

Formación Intelectual

Teniendo en vista la formación intelectual, espiritual y doctrinaria de sus seguidores, Mons. João realizó estudios teológicos tomistas con grandes catedráticos de la Universidad de Salamanca y del Angelicum de Roma.

Entre ellos se incluyen al P. Victorino Rodríguez y Rodríguez OP, el P. Antonio Royo Marín OP, el P. Fernando Castaño OP, el P. Esteban Gómez OP, el P. Arturo Alonso Lobo OP, el P. Raimondo Spiazzi OP y el P. Armando Bandera OP. Además de cursar derecho en la tradicional Facultad del Largo de San Francisco en São Paulo, también se licenció en Humanidades en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, de Santo Domingo, República Dominicana; obtuvo una maestría en psicología de la Universidad Católica de Colombia; se doctoró en Derecho Canónico por la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino (Angelicum), de Roma, así como en Teología por la Pontificia Universidad Bolivariana de Medellín, Colombia. Mons. João también es miembro de la Sociedad Internacional Santo Tomás de Aquino (SITA), de la Academia Marial de Aparecida y fue miembro de la Pontificia Academia de la Inmaculada. Fue galardonado en varios países por su actividad cultural y científica, recibiendo la Medalla de Ciencias de México y la Medalla Anchieta, considerada la más alta honra de la ciudad de São Paulo. Además de abrir numerosas escuelas secundarias en varias ciudades de Brasil y en Portugal, Canadá, Colombia, Paraguay, Costa Rica, El Salvador, Guatemala y Mozambique, Mons. João también fundó el Instituto Filosófico Aristotélico-Tomista (IFAT) y el Instituto Teológico Santo Tomás de Aquino (ITTA), así como el Instituto Filosófico-Teológico Santa Escolástica (IFTE), para la rama femenina.

Parte X

Vocación Sacerdotal

“Quiero unirme más a Jesús, quiero ser su vehículo para absolver a cuantos encuentre en busca del perdón divino, quiero ser consumido como una hostia al servicio de Él en beneficio de mis hermanos y hermanas” (Carta, 25/4/2005).

Una inquietud misteriosa lo invitaba para más y más, arrebatándolo en su interior. Junto al Santísimo Sacramento del Altar -por el cual, desde los primeros días, se había grabado un ardor especial en su corazón infantil- su ser no solo entraba en calma, sino que siempre se sentía de un modo angelizado y dispuesto a todos los holocaustos. ¿Cómo acercarnos aún más a Él, ser uno con Él, ser otro Él mismo, conociéndolo y amándolo más fervientemente, y así servir a la Santa Iglesia y a la sociedad con perfección? Buscando el auxilio de la gracia, manteniendo siempre el celibato y la castidad prometidos a Dios décadas atrás, surgió, irresistible y claro como un sol, el deseo entrañado de caminar por las vías sacerdotales, culminando así en cuanto a la forma, su travesía de donación total a Dios y a la causa de la Santa Iglesia. Por eso, el 15 de junio de 2005, con otros 14 miembros de los Heraldos del Evangelio, Mons. João fue ordenado sacerdote en la Basílica de Nuestra Señora del Carmen en São Paulo. Para dar cuerpo a ese ramo sacerdotal de su obra, fundó la Sociedad Clerical de Vida Apostólica Virgo Flos Carmeli. Aprobada por Su Santidad Benedicto XVI el 21 de abril de 2009, ella ahora cuenta con 161 clérigos y más de 300 seminaristas.

Articulo

Mons. João S. Clá Dias 82 años

Suma de la edades: su obra, su vida.

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Envíe su mensaje en honor a Mons. João S. Clá Dias

Su mensaje será enviado a Mons. João Clá Dias.
Dios le bendiga a ud. y a su familia.

Ayúdenos a formar nuevos sacerdotes, la Iglesia los necesita.

Con el mismo propósito apostólico, fundó la revista "Heraldos del Evangelio", con una circulación de casi un millón de copias mensuales en cuatro idiomas, y la revista académica Lumen Veritatis. De los libros y artículos publicados por él en los cinco continentes, que suman más de 200, se destacan:

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